Atlachinolli



Por. Fénix Figueroa 

Hace dos días dejé el fuego. 

El camino que comenzó en marzo, mismo que debía terminar también en marzo, culminó de manera anticipada pero sin percances. Mientras mi pequeño tlemaitl humeaba como nunca antes, frente a ambos se encendía un popochcomitl de talla descomunal y a mi mente llegaban pasajes de agua. 

El maestro nos fue guiando. Para empezar debía colocar un carbón encendido dentro del popochcomitl. Debo confesar que siempre me dió miedo portar el elemento porque no quería quemarme, pero a diferencia de otras veces, tomé el carbón con decisión, como quien toma una semilla para sembrarla. En seguida, mi hermana acomodó los ocotes y demás carbones, sostuvo una de las ramas para que yo la encendiera. La llama escaló por la madera como un pez en el río, pronto se adhirió a los otros pedazos en un hermoso incendio contenido. Por último, debía vaciar el contenido —un par de carboncitos al rojo vivo— de mi tlemaitl en el popochcomitl de ella.

Así de fácil volví al agua. Bastó con sacar mi vasija, llenarla, ofrendar y acariciarla después de estos meses. Aunque fue mucho más complejo que solo eso.

Fui sahumadora a préstamo por algún tiempo, solo para aprender que, si bien llevamos todos los elementos en nuestro interior, siempre hay uno que nos domina. No tletzintli me enseñó el verdadero significado de un calpulli, porque una vez que se forma el círculo dejamos de ser individuos para hacer una unidad, una armonía, la gran familia que nos legaron los abuelos. Para el fuego, tan voraz, eres nada, tan solo una hoja más de romero que se consumirá en su piel. 

Ahmo ne, axcan titehuantin.

Ya lo decía bien cierto autor, yo soy otro.

Pero es verdad que el elemento te transforma el pensamiento, y yo al fuego le agradezco tanto su coraje. El tletzintli es la fuerza vitalicia, el poder, el impulso para actuar, es el que radica en el corazón y lo hace latir con fuerza dentro y fuera de la danza. Pero al igual que un niño, es demandante, insaciable, impulsivo e iracundo. Mientras que él recibe tus pensamientos, separando aquellos impregnados de ego, su portador también recibe su energía, esa fuerza incontrolable que muchas veces te rebasa, dejándote tan cansado como si hubieras corrido un maratón. 

En su cualidad ardiente odia a los tibios. Yo, debo confesar, soy una de esas indecisas faltas de carácter, bueno, ya no tanto. Aunque muchas veces chocamos, poniendo a prueba mi determinación, me mostró el camino hacia mi valor interior, hacia emociones y actitudes que desconocía poseer. El miedo a quemarnos con las brasas no es otra cosa que el temor de transformarnos, de encontrarnos con ese instinto primario que nos vuelve salvajes, pero al mismo tiempo protectores.

Por el contrario, el atzintli es más tranquila, pues, si bien tiene la fuerza para arrasarlo todo, prefiere adaptarse y simplemente fluir. Mientras que el fuego es impulso, un chispazo, el agua se mantiene constante, ofreciendo un soporte para el que lo necesita. Se trata de la voluntad, la reflexión y la determinación para seguir cuando el espíritu se doblega. Para quien la porta los límites están más lejos de lo establecido y no hay lugar para lo imposible. 

Al entregar las palabras el maestro dijo que ahora llevaría el fuego en mi interior, en mi casa que es también mi cuerpo. 

No voy a mentir, lo extraño . Y es que a pesar de lo difícil que puede ser manejarlo, porque es indomable, no hay manera de no encariñarse. No vayan a pensar que no me alegra volver a ser atl, en absoluto, simplemente entendí la importancia de un sahumador en el círculo. 

Pero no hay tristeza, porque ahora conozco esas dos facetas tan distintas en mi persona. Por un lado una energía fría y por otro una caliente, que juntas forman el llamado atlachinolli, el agua que hierve (o quemada), una sanación natural para el alma, el cuerpo y la mente. Esto no es otra cosa más que la unión armónica de polos opuestos, lo que nos enseña que hasta nuestros peores defectos son necesarios para hacer de nosotros lo que somos, además de hacer la guerra con uno mismo para ser cada día mejores personas. 

No hay tristeza porque estoy tan agradecida por lo vivido, por lo aprendido, por lo ofrendado y por lo recibido. 

Hace dos días dejé al fuego de manera literal, pero no me abandonó pues ahora vive en mi y yo en él.

Tlazohcamati no tletzintli.

Comentarios

  1. Varias palabras de origen azteca que en casos quise omitir, pero que después de buscarlas cobra sentido, estética y pasión cada párrafo.
    Lo vivido y consagrado de si mismo aun me cuesta el consolidar y retener que soy

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    1. Es difícil encontrarnos, definirnos, yo diría que nunca terminamos de hacerlo, pero cada día podemos acercarnos un poco a través de diversos aprendí

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    2. Claro cuando se creé reconocer que imagen es uno, resulta que tacitamente es la pasada y asi sucesivamente mostrando un dinamismo de reflejos.
      En lo particular dejo de pensar de ello y sólo empiezo a actuar aunque la imagen que de ante los demas sea el de un idiota, creo que he aprendido a vivir con ello.

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    3. Me encanta como lo dices, creo que no hay mejor imagen para definirlo

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    4. Gracias, aunque que te puedo decir, esa imagen me ha llevado a eventos unicos algunos me gustaria repetir a vivirlos y otros simplemente en el recuerdo queda.

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