Honrar a la vida
Por. Fénix Figueroa V Cuando cortas el ala de un gallo no es como en las películas, no sale volando un chorro de sangre inmenso y tampoco se coagula de inmediato, pueden pasar días antes de que la sangre se espese tanto como para dejar de escurrirle. Lo que si pasa es que comienza a apestar, se pone frío y le carne se le hace más blanda, por esta razón se deben desplumar a la primera, desde que muere, fresquito. Para comerlos nos resulta bien fácil comprar el pollo ya pelón, con los menos posibles indicios de vida, porque de verlo así nos da un no se qué ¿Si saben cómo, no? Esa misma sensación entre culpa, miedo, compasión, asco, por la que nadie quiere ser el que le retuerza el pescuezo o aviente el primer machetazo, porque eso sí, debe darse preciso o el miedo del animalito amarga la carne. Para nosotros los danzantes la cosa va por otro lado. Lo que nos interesa son las plumas. No es que seamos veganos ni nada, pero además de la comedera vemos el propósito indumentario en ello. Po