La vida comienza después de la muerte

 


Por. Fénix Figueroa

Estamos en México y acaba de pasar el famosísimo día de muertos. Luego de abundantes golosinas, panes, celebraciones y difuntos, regresa un poco la calma y me regala algo de tiempo para reflexionar sobre la muerte y la vida, todo esto antes de que la Navidad llegue a dar lata con su yingulbels y el jo jo jo.

Aquí somos muy cotorros, de todo nos andamos burlando y la "morición", como dice la chaviza, no es tema que quede fuera de las bromas y en especial de los memes. Hablando de estos últimos es donde surge mi reflexión, ya que me encuentro uno con un argumento algo así: "qué ganas de ser muerto, no escuela, no trabajo, puro comerte la ofrenda y hacer ruidos de noche". Palabras más, palabras menos. Tiene sentido, ¿no?

Pero por muy chistoso que sea el meme, tiene un trasfondo muy triste. La cosa es que resulta ser mejor (más cómodo, más fácil, más mejor pues) estar muerto, porque ya no tienes que preocuparte por nada de lo que normalmente te estresa. Esto cobra mucho más sentido en una cultura tan explotadora como la nuestra.

Según el IMCO (ahí le buscan que instituto es) los mexicanos trabajamos en promedio 43 horas a la semana, sin embargo, esto solo contempla una sola jornada, pero hay que tener en cuenta que muchas personas tienen más de un empleo para poder solventar sus gastos, porque la relación de tiempo laborado con el sueldo no se encuentra muy bien balanceada.

Y la cosa está tan jodida que a la larga algunas personas desarrollan una adicción por el trabajo, perfectamente justificada en el hecho de que no conocen algo más. Pensemos que gran parte comienza a trabajar al cumplir la mayoría de edad, esto por ser un requisito en la mayoría de empleos, por lo que tenemos estudiantes que además de la escuela tienen el trabajo. Luego están las personas que, por decisión o por descuido, se embarazan y deben conseguirle el sustento a la criatura, ya sea que también estudien o no, tendrían su empleo y la paternidad.

Si una jornada laboral promedio es de ocho horas, más ocho que deberían ser de sueño, un promedio de tres para el transporte, nos quedan cinco para todo lo demás que comprende familia, amigos, diversión, deporte, salud, comer, ir al baño, asearse, educación, etc, etc, etc. Al final de cuentas le terminamos robando horas a la noche, mal comemos y mal dormimos y de igual forma nunca nos rinde el tiempo para nada.

A nivel mundial, dice la OCDE (también le buscan), los mexicanos somos los que más trabajamos al año, sí, los más matados de 197 países. La realidad de las cosas es que aquí no nos alcanza el tiempo para vivir, porque invertimos todas nuestras horas en sobrevivir. El único alivio que nos queda es esperar a que nuestros familiares nos pongan una ofrenda "chida" para venir a gozarla después de morir, cotorrear con los parientes y hasta conocer una que otra alma en el camino desde el más allá.

La realidad de las cosas es, por negativo que suene, que al menos para los mexicanos la vida parece comenzar después de la muerte, ¿será? Creo que eso depende de nosotros. En los últimos años he aprendido a ponderar el tiempo sobre el dinero, trabajar lo justo y no exagerar para sustentar gastos innecesarios. A veces los lujos más grandes no son las cosas materiales, sino tener la oportunidad de pasar un momento con tus seres queridos, aprender algo nuevo, conocer lugares ajenos a ti y dedicarles un tiempo a tus pasiones.

La vida no tiene que dejarse para luego, porque mañana es tarde, solo hoy estamos a tiempo. 

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