Huele a frijolitos

 Por. Fénix Figueroa V



— Huele a frijolitos— suelto. Laura y Eri se atacan de risa.

— ¿A qué huelen los frijoles?— pregunta una voz a mi derecha

— Pues... Pues a frijoles

Las risas continúan y me invaden también, para ese momento parecemos loquitas, pero cada quien está en su mundo. Luego de unos minutos de reír las chicas regresan a sus asuntos mentales y yo me quedo pensando en los frijoles con un hueco en la panza. Tengo hambre, chale. 

Pero ¿cómo es posible que haya confundido el medicinal aroma del copal con los deliciosos frijolitos? Bueno, el hambre es canija y hace de las suyas cuando la mente anda demasiado libre. Si, si, la panza vacía me hizo oler lo que me dio la gana, pero eso no responde la pregunta ¿a qué huelen los frijoles?

Si tomas un puño de frijoles entre tus manos y lo acercas a tu nariz, seguramente tu mamá te verá raro y te sentirás tonto al darte cuenta que no huelen a nada. Incluso, cuando la olla de presión ya está chillando, el aroma es difícil de definir. Híjole, que complicao, creo que necesito un plato aquí a un lado para poder escribir esto, porque mientras para algunos puede ser tan específico y con solo leer el titulo ya lo están oliendo, para otros persiste esa cochina pregunta.

Podría decir que huelen parecido a las habas aunque más suave, sin embargo eso abriría un ciclo de dudas y comparaciones interminable. Más bien, podemos empezar con que es una fragancia terrosa y que, aunque suene bien fumado, deja una textura en la nariz. Esa cremosidad ligeramente áspera que tienen, ya sea al masticarlo o machacarlos con la cuchara, el triturador o incluso la licuadora. No me vengan con que nunca lo han sentido, una especie de rigidez débil.

Regresando a la terrosidad de la semilla, diría que también está ligada a dos cosas. La primera, las piedritas que siempre traen mezcladas y que nadie logra explicar como llegaron ahí, lo que si sabemos es que es ley "espulgarlos" antes de llevarlos a cocinar. La segunda, son las ollas de barro en las que se preparan para darles un mejor sabor. Tal vez sea algún proceso químico del barro al contacto del calor y del frijol, pero hasta las señoras tienen bien mapeado en el cerebro esa conexión neuronal que hace decir "huele a frijoles de rancho". Otro hecho, es que si cuchareas el caldo cuando ya están tibios/fríos se echan a perder.

¿Eso es todo? No lo creo. La verdad es que detrás de esa semillita panzona y pedorra, hay todo un contexto, especialmente para los mexicanos. En los tiempos en que los indígenas se volvieron esclavos de los españoles o más adelante cuando en teoría ya eran libres, pero trabajaban en las "tiendas" para pagar sus deudas eternas, los frijoles eran algunos de los pocos alimentos que podían costear, de ahí que muchos los relacionen con la pobreza. Claro ejemplo es la migrante hondureña allá por el 2018, aunque lo suyo fue peor.

Pero la realidad es que es un alimento que ha tenido una presencia de suma importancia desde la vida prehispánica, pues junto con el chile y el maíz, formaban parte de la dieta fundamental de nuestros ancestros. Desde entonces ya formaba parte de la canasta básica, no obstante el término se mencionaría en 1917 con la Constitución, pero se definió hasta 1982 por el CONEVAL. Esta frase se refiere al conjunto de alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de un hogar.

Y es que la verdad, el frijolito es poderoso no solo a la salida, si no también al interior, porque mientras unos viven creyendo que es la comida del jodido la verdad es que un alimento muy rico, Si, rico en proteínas, ya que 100gr de frijol negro puede aportar hasta 23gr de proteína, más o menos lo mismo que el pollo. Dirían los abuelos, le falta un grado pa ser carne. 

Y si nos vamos a los precios, tampoco podemos acomodarlos muy bien dentro de la lista de comida barata, porque un kilo (de 900 gramos) en México puede superar los 60 pesos y hasta más de 80 en algunos centros comerciales, según su ubicación. Eso si, ya se vienen los peditos del bienestar a 27 pechereques el kilo.

Bueno, bueno, no entremos en politiquerías que no me interesan. Además de todo lo que ya he dicho, falta agregar algo de suma importancia y es su valor en el ambiente cultural. El frijol es un elemento clave en la identidad cultural de nuestro país, pues aunado a su historia que difícilmente podría resumir aquí, son un ingrediente mágico en nuestra gastronomía. Podría empezar como Bubba a enlistar los diversos platillos que los utilizan en su preparación: enfrijoladas, frijoles puercos, sopa tarasca, tlacoyos, tacos, etc

Aunque los mexicanos nos las ingeniemos para prepararlos de mil y un formas, nuestra favorita siempre será la receta de mamá, porque un plato de frijoles también es un emblema de la familia, de la unión en las buenas, las malas, las deliciosas y las apestosas. Para mi, regresa a mi memoria uno de los recuerdos más simples pero que atesoro mucho. Me refiero a una noche que con mi familia veía la película "Me llaman Trinity", cuando el protagonista llega y pide un plato de frijoles, el encargado le lleva más bien una sartén y comienza a comerlos con las manos y un poco de pan (si mal no recuerdo). 

Su hambre, su miseria, pero al mismo tiempo la desfachatez, hace que a todos los del lugar se les antoje y, en efecto, a nosotros también se nos hizo agua la boca. Era más o menos la medianoche, afortunadamente había un poco de frijoles hervidos. Mi madre los tomó y preparó con un poco de longaniza y tortilla frita para la bola de antojados. Fue tan divertido y rico que a pesar de los años sigo recordándolo.

Y pues si, en resumen lo frijoles huelen a frijoles, porque no hay aroma ni comparación para definirlo mejor. Lo importante aquí, es que ya se me antojaron.

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