Anillos de compromiso
Por Fénix Figueroa
¿Por qué destinamos los anillos de compromiso solo al matrimonio? Recuerdo que cuando comencé a usar el mío, a los quince años, amigos y conocidos se sorprendían mucho al decirles "es un anillo de compromiso". Todos me comentaban que era muy joven para casarme, a lo que siempre les respondía que se trataba de un compromiso conmigo misma.
El uso de este accesorio viene de las culturas egipcia y romana, ya que para ambos un anillo representa el infinito y se destina al dedo anular por anatomía, pues se cree que la vena 'amoris' bombea sangre directamente del corazón al dedo. Es decir que de acuerdo a esta tradición una argolla de compromiso significa la promesa de un amor eterno.
La cultura china justifica la posición del anillo de otra manera. Para ellos cada dedo de la mano representa un vínculo diferente; los pulgares son los padres, los índices serían los hermanos, el dedo medio (del corazón) somos nosotros mismos, el meñique son los hijos y el anular se destina a la pareja.
Pero sin importar lo que indiquen las tradiciones, un anillo es una promesa, es por ello que no debería resultarnos extraño si alguien nos dice "es un compromiso conmigo, con mis padres, amigos, etc". Por el contrario, sería bueno que se considerara como una práctica habitual y hasta terapéutica, pues nos ayuda a no olvidar nuestras metas y motivos.
Lo que me parece muy curioso es el tema del vínculo dedos/persona porque casualmente el anillo que uso lo porto en el dedo medio, el cual según la cultura china –como lo mencioné antes– se destina a uno mismo. Al momento de comprarlo y sellar en él la promesa que conserva, yo no sabía de esta relación y comencé a usarlo en dicho dedo pues no me quedaba en los demás.
No sé ustedes, pero siempre he pensado que las cosas están destinadas a suceder de cierto modo y el hecho de que la sortija no quedara en ninguna otra falange, más que una coincidencia me parece algo del destino. Quizá la promesa que me hice solo podía encajar en el centro, en el corazón, para que nunca fuera olvidada.
Hoy puedo decir que llevo casi diez años comprometida, cumpliendo poco a poco esa meta, con un anillo que con el paso de los años se ha encargado no solo de recordármelo, sino también de acompañarme y crecer a mi lado, pues guarda una parte muy importante de mi.
A veces me preguntó si se quedará por siempre en mi dedo o si se esfumará cuando sienta cumplida la promesa, llevándose con él a esa niña de quince años que decidió no volver a fallarse.
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