Huellas de una revolución
Por Fénix Figueroa
La tarde de este martes un grupo feminista dejó la huella de su paso en la estación del metro Santa Anita; vidrios rotos, dibujos (pocos) en las paredes y un montón de pantallas "dañadas".
De camino a los andenes se escucha a mucha gente opinar sobre lo 'ridículas' que son esas mujeres, dicen que no hay razón para dañar las instalaciones de las que ellas también hacen uso, que si en los monumentos no tiene sentido aquí menos. La verdad es que de entrada también lo pienso.
La iconoclasia nos habla de la destrucción de imágenes y símbolos por rechazo a ellos, ya sea por cuestión política o religiosa o porque la realidad en torno es contraria al concepto que representan. Poniendo un ejemplo práctico tenemos el caso del ángel de la independencia, pintado en pasadas fechas por las mismas 'ridículas' con justa razón, pues el monumento representa una condición de la que no gozamos las mujeres en México: libertad.
Las personas en la estación contemplamos los cristales en el piso, los esquivamos con cuidado para no dañar el calzado, los rodeamos sin mirar realmente. Y la gente sigue diciendo que es innecesario, que esas mujeres deberían estar trabajando o haciendo algo productivo. Mientras algo intenta decirnos que no es así, pero ¿qué?
Poco antes de subir las escaleras que desembocan en el andén se lee una frase: mujer a(r)mate. El mensaje me parece muy lindo. Pero en cuanto subo para esperar el tren la respuesta a la pregunta me golpea de frente. En tamaño mural se ve un cartel morado que promueve mujeres libres y seguras en el STCM con la leyenda "no estás sola".
Aunque pocas las pintas se esparcen por todo el andén con excepción del cartel morado. Es entonces cuando comprendo que esos daños también se identifican como iconoclasia, ¿por qué no lo serían si miles de mujeres hemos sido víctimas de violencia y acoso en dichas instalaciones? ¿Si muchas incluso han vivido secuestros o intentos de secuestro dentro del metro? ¿Si los policías se encargan de sacar a los hombres del vagón exclusivo pero no interfieren ante el acoso?
Y mientras nos tenemos que cuidar entre nosotras mismas, la institución se jacta de brindar atención y seguridad a las usuarias, una seguridad de papel que solo se encuentra plasmada en banners gigantes de campañas que no sirven de nada. Sin embargo, ni la violencia de género interina es tan importante comparado al tremendo gasto de reparación, mismo que sale de nuestros impuestos y llega a los bolsillos de los dirigentes, porque eso sí con la austeridad no alcanza para nada.
Entre los vidrios rotos también se ven fragmentos de mujeres, fragmentos de silencios y de dolores que no han sido sanados y buscan alivio desesperadamente. Y aunque la gente opine lo innecesario del acto –especialmente fuera de manifestación masiva– aplaudo el coraje para hacerlo, pues la mayoría optamos por callar.
La Revolución, la Independencia y muchos grandes movimientos, no ocurrieron en un solo acto de la noche a la mañana, generar un cambio conlleva muchos años de lucha, de resistencia y sobre todo de pérdidas y sufrimiento. Miramos esas pequeñas huellas de protesta sin darnos cuenta que forman parte de algo más grande, que gracias a esas 'ridiculeces' se ha logrado tanto más que permaneciendo en silencio.
Siempre lo he dicho, con el miedo hay de dos: te paralizas o actúas. Para quienes no tenemos los huevos de romper un cristal o pintar un muro, nos toca la chamba de impulsar el movimiento desde las instituciones y el trabajo intelectual ¿Cómo? Derribando las murallas con que intentan reprimirnos.
No olviden esta frase: mujer a(r)mate.
Comentarios
Publicar un comentario