Supervivencia para ateos en misa
Por Fénix Figueroa
Los mexicanos celebramos por la dicha y la desdicha, por las visitas, por los cambios, por los comienzos, por los finales, por las llegadas y las partidas, por la vida y la muerte, por todo y por nada. Y muchas de las veces el festejo se acompaña de la inevitable misa (muestra de gratitud a la divinidad de su preferencia).
Si bien estamos en un país de mayoría católica, no todos disfrutan de la religión y sus costumbres por igual. Para muchos estar en una iglesia mientras un señor vestido con camisón oficia la ceremonia ritual puede ser sumamente aburrido, la solución –he creído siempre– es enfocarse en los detalles que se escapan del misticismo clerical y las viejas creencias respecto a la santidad sacerdotal.
Las iglesias y misas son lugares sumamente propicios para escenas y reflexiones de toda clase y naturaleza. Por ejemplo, si uno presta atención a las imágenes que fungen como decoración del recinto, es muy fácil notar el dolor en el montón de caras compungidas de todos los presentes -incluidos los animales- además de el amor, la ternura, compasión y todo lo que se supone se siente en presencia de una divinidad.
Sin embargo, ocasionalmente se puede notar que uno de los pintores no fue tan diestro en la replicación de las imágenes bíblicas y en lugar de dibujar el rostro de Jesús para lo que la habilidad le alcanzó fue una mala copia del Buki, insertado a través del tiempo y la historia junto a una María confundida por la presencia de ese personaje desconocido.
Y ya que hablamos de decoración y diseño de interiores cabe mencionar los candelabros inútiles que cuelgan de las altas cúpulas, dispuestos para la colocación de velas que con la modernidad se transformaron en focos con forma de vela y en ocasiones ni eso, porque se necesita adecuar la instalación eléctrica para que no se note, ajuste que no se puede costear con el bajísimo presupuesto sobrante de la manutención de nuestro señor.
Tan bajos andan los presupuestos que no alcanza para vestir santos, entonces vemos una virgen descalza con el mantón empolvado y un crucificado con el taparrabos casa vez más escaso, vaya hasta la sangre en las heridas es mínima porque como están las cosas hay que economizar hasta los fluidos.
Hablando de ropajes y cambios derivados de la modernidad, resulta imposible pasar por alto el más reciente y novedoso accesorio agregado al outfit sacerdotal: el micrófono tipo karaoke colgando junto a la estola. Una prueba evidente de que todo cambia con el tiempo.
Un cambio más es el de la tradición de los monaguillos infantiles, pues ahora podemos encontrar caballeros más antiguos –en este mundo– que el propio oficiador de la misa haciendo todos los preparativos para el ritual; llevando y trayendo el vino, las ostias, hasta haciéndola de atril para la Biblia cuando el presupuesto es bajo.
Y sin duda el momento que más escapa de la divinidad y el angelicus celestial es cuando toca encender los cirios. ¿Alguien ha notado lo difícil que es pegar la flama a la mecha? Bueno, en monaguillo señor sí, porqué ni luego de seis cerillos y dos dedos chamuscados consiguió encenderlos, pero la misa ya acabó.
Posdata, dejen la morralla a mano.
*El presente texto no busca ofender a nadie ni representa una postura religiosa*
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