Cuentos cercanos



 Por a Fénix Figueroa

Llevaba varios días ahí, sobre la cajita de cartón. Ya estaba más que marchita y sabía que pronto brotarían de ella las larvas que las moscas le habían sembrado.

Él la había abandonado, le había arrancado hasta el último centímetro de piel dejándola en los huesos, unos huesos oscuros y flacos donde ahora el tiempo instalaba su pista de baile.

Se sentía tan triste. Un algo descarnado pero vivo; la imagen bizarra de la habitación... La habitación, su cárcel. No podía escapar a ese destino.

Recordó los días pasados, cuando las mejillas se le encendían de un carmín jugoso, casi seductor. Su piel era tan tersa, su figura tan magnífica; había sido vasta.

Ahora se reducía a sobras, materia inútil que se pudre e infecta, se había convertido en deshecho.

La cucarachas comenzaron a rodearla, entonces no pudo más. Se le partió el corazón, estallando en un millar de larvas.

Solo podía esperar que sus voraces bocas acabarán pronto con sus restos, antes de olvidar aquellos momentos de gloria cuando era la manzana más bella del jardín.

Quizá el nombre de está historia te resulte ajeno a la misma, quisiera contarte que surge de un taller literario, a partir de un ejercicio llamado así –cuentos cercanos– que consistía en construir una historia a partir de un objeto cercano.

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