Los parlantes

 


Por. Fénix Figueroa

En el cielo los parlantes miran con el único ojo que poseen, sus bocas invisibles emiten sonidos fuertes pero amenos. Son seres insomnes desde hace varias décadas.


Día y noche imitan las voces de otros cuál loros metálicos sin cerebro. 


A veces, en sus días más alegres, cantan bellas melodías, tan solo interrumpidas por pregoneros fantasma del tiempo. Otras ocasiones, como si de cuervos frecuenciales se tratara, se dedican a dar malas noticias.


Los parlantes se inclinan hacia adelante pues son muy altos y temen no ser escuchados con claridad.

Llevan mucho tiempo hablando sin cesar, repitiendo y repitiendo, la gente los oye pero casi nadie los escucha.


La mayoría cree que carecen de voz propia pues siempre han imitado el sonido de otras vidas, sin embargo algunos pocos sabemos que no es así.

Para poder escucharlos se debe permanecer atento, pues ellos solo hablan en el preciso momento del silencio mínimo, cuando la voz ajena se interviene antes de pasar del canto a la tragedia.


Es el instante exacto, si prestas atención los escucharás susurrar con voz madura,  entre ecos eléctricos. Y sus palabras inspiran dulces pensamientos como odas o cantares, delicias narrativas que cuentan historias de almas tristes.


En el silencio del ruido constante, entre el mutismo de las otras voces, se pierden las letanías de los parlantes, en espera de oídos curiosos, de esos que buscan  hablantes donde en apariencia no los hay.

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