Vivir la vida lelamente

 


Por Fénix Figueroa

–Hay que vivir la vida lelamente, no plenamente.

Mi hermana corre poquito para ganarme la hoja seca y un puñado de frutos del árbol. Se sonríe triunfante, presumiéndose a si misma que me ha ganado. De vez en cuando nos abalanzamos sobre otro montón de hojas y reímos bajo, con torpeza. La gente en la calle nos mira con desprecio y mofa. 

Esa costumbre la tenemos desde niñas, también mi madre la comparte y ahora el sobrino se une a la legión de los machaca hojas. No importa que tan aprisa vayamos, si una hoja seca de atraviesa es primordial pisarla, como si al no hacerlo cayera sobre nosotras una terrible maldición. 

Cuando caminamos juntas por la calle vamos siempre jugando, haciendo bromas de lo que vemos, pateando piedras y hasta bailando. Es como si el sendero nos regresara en el tiempo hasta nuestra infancia y el reloj nos regalara, una vez más, la oportunidad de ser niñas, sin importar el momento ni la edad.

A veces recuerdo cuando éramos muy pequeñas, me doy cuenta que seguimos siendo las mismas y pienso que no han pasado los años, solo nuestros cuerpos y nuestra realidad me demuestran lo contrario, arrebatándome esa dulce fantasía.

–¿Qué tanto nos verá la gente?– pregunta ella

–No sé– respondo– han de decir "pobres lelas"

–Pues es que hay que vivir la vida lelamente, no plenamente– remata ella

No le contesto pero me quedo sopesando sus palabras: están llenas de razón. Según la RAE, un lelo o lela es alguien simple o atontado, que no se entera de lo que ocurre, lo cual en todo caso, eliminaría el estrés y tantos padecimientos adultos modernos. Si las personas vivieran más libres, más como niños, no se perderían aquellos pequeños y sencillos momentos que le dan color a la vida.

Me alegra tanto tener una madre y hermana con quiénes ser una adulta niña, con quiénes vivir la vida lelamente.


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